domingo, 1 de enero de 2012

A PRÓPOSITO DE UNA LECTURA DE 1984

Un Mundo Feliz y 1984: tres grandes semejanzas

La novela de George Orwell 1984 es considerada por muchos críticos como la mejor novela que representa el género distópico. La influencia de Un mundo feliz en la novela del británico es clara, por lo que a continuación veremos ciertos rasgos semejantes que nos permite hacer un acercamiento entre ambas.

Para empezar, Aldous Huxley llegó a ser profesor del autor de 1984, pues le enseño francés antes de que éste saliera de la universidad. Dentro de la novela, los personajes principales poseen características de semejanza que ayudan a comprender el arquetipo general de las novelas distópicas.

Por ejemplo, un aspecto recurrente dentro de estas novelas es que el protagonista se encuentra íntimamente ligado a la organización que permite controlar el engranaje del Estado que gobierna, en su totalidad, el mundo y el cómo es regido. Es decir, estas personas trabajan para alguna institución o ejercen alguna función directa. Bernard Marx, de Un mundo feliz, está encargado de diseñar programas hipnagógicos, los cuales permiten la dominación psicológica y mental en los niños a través de una imposición y domesticación que empieza desde que son cigotos en los tubos de ensayo. Aquí parte el cuestionamiento de Bernard (de quien todos sospechan su actitud antisocial y meditabunda pues se cree hubo un error con él desde que estaba en los tubos de ensayo), pues conoce el proceso que conlleva someter a los párvulos, reflexionándolo a lo largo de la historia. Winston Smith también es un funcionario del Estado (trabaja en el ministerio de la verdad), quien accidentalmente descubrió que tres sujetos borrados de la historia de Ingsoc en realidad habían sido héroes. Es a partir de este hecho que empieza una seguidilla de reflexiones y subversiones que terminarán con el encarcelamiento de éste.

Lenina Crowne, representa el lado sexual del mundo a futuro. También se encuentra dentro del engranaje estatal, e incluso trabaja en la Sala de Decantación (donde crecen los fetos). Lenina es incapaz de controlar su apetito sexual, por lo que debe (ab)usar del soma para estabilizarse. Julia, a pesar del estricto control que se tiene con las relaciones sexuales, y siendo ella, irónicamente, de la Liga Juvenil Anti-Sex (aunque trabaja en el Departamento de Novela del Ministerio de la Verdad escribiendo novelas pornográficas para los proles), se siente fuertemente atraída por Winston, al punto de acostarse con él creyendo que no son vistos ni oídos por las telepantallas. Sin embargo, en la novela de Orwell si existe una fortísima sanción para aquellos que cometen crimental, es decir, cualquier acto que ponga en duda el sometimiento al Partido y al Gran Hermano.

También vemos un paralelismo entre Mustafá Mond y O’Brien, líderes o representantes máximos de gobierno de cada mundo posible creado de la novela. Ambos poseen un conocimiento intelectual altísimo, incluso se anticipan o demuestran dominio de temas que los protagonistas usan para criticar el Estado en que se encuentran inmiscuidos. Así, Mustafá Mond conoce sobre arte, literatura, ciencia, religión y la familia, igualmente O’Brien, quien se adelante a cualquier diálogo con el que Winston pretende cuestionarlo. Ellos conocen muy bien los mecanismos que se usan para controlar a la sociedad, los defienden porque los consideran el camino idóneo para vivir de manera equilibrada. Cualquier intento de quiebre, son ellos los encargados de velar por la eliminación de quien amenace el “ordenamiento” ya impuesto convirtiéndose en celos guardianes.

Por otro lado, Orwell reconoce la influencia directa de Nosotros (1921), novela de Yevqueni Zamiatin, autor ruso. Juan Manuel Santiago, en un sustancioso ensayo sobre la obra del presente trabajo, también denota la influencia de La guerra de las Salamandras (1936), de Karel Capek y El cero y el infinito (1941), del húngaro Arthur Koestler, de quien probablemente se inspira para detallar los interrogatorios y las torturas que Winston sufre en manos de O’Brien.

La muerte

Probablemente una de las temáticas que más atrae la atención de la novela es la temática de la muerte, y del cómo el Ministerio de Verdad es capaz de actuar en este aspecto, reelaborando el pasado, presente y futuro de toda la nación a través de la reescritura.

La idea que se maneja al respecto es sencilla. Si bien es cierto que Lacan, en su Seminario VII, plantea la doble muerte, una producida por el significante, y otra biológicamente, en la novela de Orwell este sencillo esquema es repensado a partir de la idea de mutabilidad histórica. En un parte de la novela, Winston encuentra papeles que justifican la existencia de personas que, si bien en el pasado fueron importantísimas, ahora, en el presente, no existe rastro de ellas, no habiendo existido nunca. Una de las advertencias que hace O’Brien como castigo a la posible sublevación, o en términos neolingüísticos crimental, es la vaporización, es decir, la eliminación física de la persona. No obstante, a esto hay que añadirle la eliminación histórica, la no existencia, matándola totalmente, pues siquiera se encuentra idea de su existencia en el colectivo de la sociedad de Oceanía. La doble muerte de Lacan implica que la persona debe fenecer bajo las dos formas para que pueda descansar y evitarse traumas, es decir, enterrar bien al muerto, superar su muerte. En el caso de Orwell, la muerte implica no haber existido, eliminando su recuerdo, su rastro y logros, en fin, todo lo que relaciona a aquella persona que se desea eliminar.

“El pasado estaba borrado. Se había olvidado el acto mismo de borrar, y la mentira se convertía en verdad. Solo una vez en su vida había tenido Winston en la mano –después del hecho y eso es lo que importaba– una prueba concreta y evidente de un acto de falsificación. La había tenido entre sus dedos nada menos que treinta segundos”.
Esta noción de matar históricamente, a través de una serie de procedimientos escriturales y persuasivos, implica ya no una muerte, sino una purgación, una eliminación total, volviéndose, nuevamente en términos neolingüísticos nopersona. Vaporizado físicamente y eliminado históricamente, encontramos una muerte en dos sentidos.

Pero, así como es posible quitar la existencia de una persona que realmente existió, es viable hacer el método opuesto, es decir, dar existencia a una persona que realmente no existió:

“El camarada Ogilvy, que nunca había existido en el presente, era ya una realidad en el pasado, y cuando quedara olvidado en el acto de la falsificación, seguiría existiendo con la misma autenticidad y con pruebas de la misma fuerza que Carlomagno o Julio César”
La familia

Éste es otro de los aspectos que las novelas distópicas buscan quebrantar para ejercer con mayor facilidad la dominación mental de la población. La familia en 1984 es disuelta hasta tal punto que se ha perdido la fidelidad familiar:

"Una noche, empecé a hablar dormido, y ¿sabes lo que me oyeron decir? Bajó la voz, como alguien que por razones médicas tiene que pronunciar unas palabras obscenas. –¡Abajo el Gran Hermano! Sí eso dije. Y parece que lo repetí varias veces. […]
– ¿Quien te denunció? –dijo Winston. –Fue mi niña –dijo Parsons con cierto orgullo dolido–. Estaba escuchando por el agujero de la cerradura. Me oyó decirlo y llamó a la patrulla al día siguiente. No se le puede pedir más lealtad política a una niña de siete años, ¿no te parece? No le guardo ningún rencor. La verdad es que estoy orgullosa de ella, pues lo que hizo demuestra que la he educado muy bien"
Como vemos en la cita, la familia ha pasado a formar parte de la Policía del Pensamiento, es decir, aquel organismo que vigila todo acto de doblepensar negativo, sea, aunque suene sorprendente, utilizado en los sueños de las personas. De esta manera, la hija es despojada de lo familiar y se ubica en un estrato que busca, antes que guardar la familia, guardar el Estado, sus costumbres y reglas, sacrificando incluso de seres queridos por algo que no se comprende del todo. Lo curioso aquí es que el padre se encuentra orgulloso de que fuera su hija la que lo delatará, además se jacta de la educación que le brindó, agradeciendo al Partido que le librará de esa manera errónea de tomar al Gran Hermano como alguien a quien vencer.
Sin embargo, también es importante ver que el protagonista no solo carece de familia de origen, sino que no posee una familia con su esposa, pues los hijos no son bien vistos para el Partido, creando un cuestionamiento en la formación. El ensayo de Goldestein nos acerca a este aspecto, pues nos dice que para que los sujetos se incluyen en el Partido Interior o Exterior, deben de rendir un examen a los 17 años, siendo despojados de su familia y ubicándose, según los resultados, en la jerarquía correspondiente. De esta manera, la idea familiar queda supeditada bajo una nueva agrupación social, la cual no reemplaza de todo a la familia, pero por lo laboral crea lazos entre las personas, aunque no muy marcados. Solo los proles, eslabón más bajo de la sociedad, poseen aún familia, con sus prácticas y todo. De esta manera, todos son familia del Gran Hermano, líder oficial y religioso de la población de Ingsoc.

Mutabilidad Histórica


“Es curioso que no le preocupaba el hecho de que todas las palabras que iba murmurando en el hablaescribe, así como cada línea escrita con su lápiz-pluma era una mentira deliberada. Lo único que le angustiaba era el temor de que la falsificación no fuera perfecta, y esto mismo les ocurría a todos sus compañeros”
La mentira se convierte en verdad bajo la pluma del Ministerio de Verdad, poseedores del engaño más grande e invisible nunca antes visto. De esta manera, todo es cambiable, todo es alterable. Si se quería, dos y dos podría ser cinco, pues “el pasado estaba borrado. Se había olvidado el acto mismo de borrar, y la mentira se convertía en verdad”. El control era en todos los aspectos, no había nada que se salvase. El temor, por parte de los trabajadores del Ministerio de la Verdad, era hacer una buena mentira, que no quedase en la vista. Esta alteración del pasado generaba que “una gran parte de la literatura política de aquellos cinco años quedaba anticuada, absolutamente inservible”.
¿Qué permitía controlar el pasado, cambiar la historia? El ensayo de Goldstein[1] nos ayuda, una vez más, a conocer las razones de alterar la historia:

“La razón subsidiaria es que el miembro del Partido, lo mismo que el proletario, tolera las condiciones de vida actuales, en gran parte porque no tiene con qué compararlas. Hay que cortarle radicalmente toda relación con el pasado, así como hay que aislarlo de los países extranjeros […]. Pero la razón más importante para ‘reformar’ el pasado es la necesidad de salvaguardar la infalibilidad del Partido. No solamente es preciso poner al día los discursos, estadísticas y datos de toda clase para demostrar que las predicciones del Partido nunca fallan, sino que no puede admitirse en ningún caso que la doctrina política del Partido haya cambiado lo más mínimo porque cualquier variación de táctica política es una confesión de debilidad”.
De esta manera, no solo existía un pasado difuso, hostil, inmejorable en relación a la realidad actual, al presente, sino que también el Partido carecía de contradicciones y siempre poseía la verdad, siempre estaba acorde su discurso y su hacer. Para ello era imprescindible destruir documentos, reescribir libros, repintar cuadros, hacer nuevamente estatuas. Las calles, los edificios cambiados de nombre, las fechas cambiadas. Esta acción hacía que el cambio fuese insostenible, generaba una incapacidad de probar que todo había sido falsificado, aunque Winston, quien hizo los cambios, lo confesase.

A propósito de una reflexión orwelliana de José De Piérola

En su ya conocido blog José De Piérola tiene un post titulado “La pesadilla de Orwell” publicado el 03 de Marzo del 2011. En ella reflexiona sobre la profecía de Orwell en relación al control estatal de la población, ingresando a su intimidad (y eliminándola) pudiendo dar cuenta de todas las relaciones existentes, entre sus familiares, amigos, etc. Haciendo una rápido repaso sobre el avance tecnológico (específicamente el de la informática y el internet) De Piérola sostiene que las grandes compañías que controlan la información mundial de internet (como Gmail, Yahoo, etc.) poseen un control (algo como la libertad de espiar los correos o conversaciones) pues, las personas, al aceptar determinados contratos, aceptan, de igual manera, la opción de dejar ver sus escritos sin opción a reclamo. Es más, Facebook se hace dueño de todas las fotos que se publican en su portal, pudiendo usarlas, en caso lo desee, para su beneficio, dándole el autor no solo el permiso, sino también la autoría. Incluso José De Piérola sostiene que Gmail graba, en bandas magnéticas, todos los correos, chat o conversaciones, almacenándola y seleccionándola. El parecido orwelliano radica en el control que se tiene sobre la información. Ya no existe privacidad (por lo menos en el plano virtual), pues incluso existen hackers que ingresan en la computadora y saquean la información.

Otro aspecto interesante es la resemantización que tienen algunos términos cuando se contrasta lo virtual con lo real. La amistad, la privacidad, el enamoramiento, la familia son formas distintas bajo las redes sociales. La palabra compañerismo, o conocidos se agrega al de amistad, ampliándose esta última. Como todo se publica (incluso el lugar donde se está, lo hecho en el día, fotos de un cuarto, etc,) lo privado pierde valor, pues es uno mismo quien lo expone. De Piérola usa una interesante analogía al respecto: “¿Cuál sería la reacción de la mayoría de usuarios si la compañía telefónica les diera la opción de tener un teléfono gratuito con la condición de que los dejaran escuchas sus conversaciones además de dejarlos entrar a sus casas cada vez que ellos quisieran?”. De esta manera, lo virtual empieza a inundar la realidad, alimentándose de ésta para poder subsistir. Lo peor para el autor del blog es que el sistema en el que se vive “es totalmente invisible, y, para colmo, nos hace sentir bien de poder ser parte de ella”.


[1] Al igual que la obra Crimen y castigo de Dostoievski, donde se alude y se dialoga sobre un ensayo escrito por Rodia, en la presente novela Winston da lectura, en un cuarto de los proles, a Julia del libro de Goldstein (aunque escrito, entre varios, por O’Brien). Este hecho de añadir textos, como ensayos, a la novela resulta una acción de persuasión grande en la narrativa. Sin embargo, en el caso de 1984, este ensayo nos permite conocer, en grandes aspectos, el manejo estatal de Oceanía, así como justificar ciertas acciones, algunas bastante extremas.

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